domingo, 16 de diciembre de 2012

Laberinto




Intenté tener las fuerzas y las agallas necesarias para decir lo que mi corazón sentía, pero algo me paralizaba por dentro. Me senté ante el laberinto de confusión junto con el daño que me estaba haciendo a mí misma.
A veces nos hacemos los suecos para no soltar lo que nos oprime por dentro y no hacer daño, y parece que lo que los amigos y familia nos intentan ayudar con sus consejos no va con nosotros y giramos la vista hacia otro lado. Por eso me quedé como al principio sumida en mis pensamientos, días, semanas, e incluso  meses. Y no avancé, es más me estanqué y desconecté con todo lo que tomaba por mi mundo (familia, amigos, estudios…).
¿Para qué salir de ese laberinto si acabaría haciendo daño?
Me volví de hierro, hojalata, me corte las alas y empecé a poner a los demás y a mí un caparazón indestructible el cual impedía que me conociesen.
Me preocupé tanto por lo ajeno que me olvidé de mí, me descuidé y las flores que crecían en mi jardín se convirtieron en ortigas y mala hierba. Se me olvidó que yo también existía.

Hoy, es un día especial, mi corazón vuelve a ser el de antes, tiene ganas de galopar por las praderas del Gorbea, las faldas de los Alpes, los lagos de Covadonga y surcar los rincones más inhóspitos de la faz de la tierra. En el jardín ha nacido una flor esplendorosa donde todas las mariposas, abejas y mariquitas buscan refugio o un simple juego. En el instante en el que me asomé y la ví, supe que debía cambiar. Yo antes era como ese criadero de malas hierbas que todo destruía y ennegrecía a mi paso, ahora puedo llegar a ser esa flor que da vida y color la cual está empezando a hacer que todo renazca a su alrededor.
Va a ser un cambio repentino, no sé de donde estoy sacando las fuerzas para empezar a destruir ese caparazón, pero el laberinto que es lo que me oprimía ya no está. Mi cabeza está más alta que nunca junto con la fuerza de los latidos de mi corazón.
 Empezaré a ser una persona nueva que nunca deja de lado sus objetivos, sus amigos, familia, sueños.
 Soy dueña de mi vida. Decidida con mi nuevo propósito, empezar mi metamorfosis.
Poco a poco con pie decidido, con confianza.

Con este texto he querido explicar de una manera exagerada y con un ejemplo claro el hecho de que tenemos que seguir lo que nos dicte el corazón. Lo más seguro es que durante la vida hagas daño pero también agradaras a muchas personas, como bien dice el refrán: “no siempre llueve a gusto de todos”.
Se tiene que notar que en el lugar donde te encuentres estés tú, decidida a colaborar y dar tu opinión, sea buena, mala, graciosa o loca. Se tú. Créetelo.Confía en ti. 


                                                                                                   Carla


viernes, 14 de diciembre de 2012

La Navidad ha llegado y con esta epoca del año ha echo que vuelvan recuerdos a mi mente.
Hace un año estube unos días con unas personas fántasticas compartiendo apenas 5 intensos días en los que estubimos en Burgos, Silos, Toledo, Segovia y Madrid entre otros pequeños lugares que se nos presentaron por el camino.

Todos los arboles de navidad tienen su historia y nosotras escribimos la nuestra en hojas que en un principio estaban en blanco.


                                            La vida esconde un sin fin de lugares reconditos.

martes, 11 de diciembre de 2012

Todo gira en torno a las manecillas del reloj




 Hacía mucho que no escribía pero el otro día gracias a un gran amigo que me trasmitió ganas e ilusión después de haber leido un relato hecho por él, comenzé mi escritura en una hoja en blanco.
Después de un tiempo, que es lo que todos tenemos pero muy pocos sabemos valorar y aprobechar, salieron estas pocas palabras. Espero que os guste 


Eran las nueve de la mañana de un cálido día de octubre, dentro de poco las hojas de los arboles vestirían las calles y los días soleados dejarían paso a días y noches de oscuridad y sombras.

Salía del portal número 19 de la calle Huesped con mis levys favoritos y esa camiseta malva que tanto me favorecía cuando me di cuenta que había olvidado la cartera, asique subí las escaleras de dos en dos para perder el menor tiempo posible y las bajé de igual manera. Tengo que decir que cuando abrí la puerta del portal me golpeó en la cara ese olor a canela y lavanda tan característico de los lunes.

Todos los lunes desde que tengo uso de razón se celebra un pequeño mercado al que acuden floristeros de los al rededores de la ciudad, exhibiendo sus mejores mercancías.
Puedes encontrar desde tulipanes hasta gladiolos en el puesto del señor Marcel, rosas amarillas, azules e incluso negras en el de Petra, pero mi txoko favorito es el de Janire. Una jóven risueña y soñadora que vende cantidad de flores de todos los colores y variedad, aunque mi favorita sea la lavanda.

Después de hacer la ruta matutina: ir a por el periódico y comprarle un ramillete de lavanda, voy a ver al abuelo Felix y como hoy es un día especial, hemos bajado al gran parque que hay a los pies de la residencia. En ese banco blanco situado debajo del arce milenario charlamos durante horas hasta que llega la hora del almuerzo que con un cuidadoso “adiós cariño, gracias por las flores, me recuerdan tanto a los días en los que estaba con tu abuela en  el campo..., gracias” se despide de mi.
Acto seguido, mis tripas empiezan a suplicar alimento asique me encamino hacia la mejor chocolatería en la que he entrado hasta el momento. Pequeñita, acogedora y familiar es la tienda en la que paso 30 minutos bien invertidos del día aunque hoy serán más.  A pesar de que el día sea cálido nunca viene mal tomarse un chocolate con menta y esas pastas rellenas de naranja que con tanto amo hace Remedios.

Remedios es una mujer entrada en años y en carnes que lleva toda la vida al cargo de los fogones de “El calentito”. Antes de entrar, cierro los ojos e imagino que nuevos manjares me esperaran tras la puerta giratoria. Un día pueden ser magdalenas de chocolate y nueces, otro un te con lavanda y miel, los miercoles unas tortitas bañadas en nata y los viernes la especialidad de la casa. Tal vez alguno me entendeis cuando digo que es el paraiso para los golosos, y yo, soy una de ellas, por lo que este sitio desde que lo conocí gracias a Janire se ha convertido en lugar de referencia para encuentros como amigos como es el caso de hoy.


Me siento en la mesa más alejada, la que está a la derecha de las escaleras que dan a un segundo piso. Son las 12:22 quedan ocho minutos para que llegue. Llevo un día tan sentimental que se me ha olvidado presentarme. Soy Dulce, una joven aventurera, familiar y cariñosa que me mudé del campo a la gran ciudad de Cartés para comenzar mis estudios universitarios. A pesar de que yo daba por hecho volverme a mi casita azul rodeada de eucaliptos, me embaucaron de tal manera las callejuelas y la vida que se respiraba aquí que me quedé a vivir.

Las 12:33 suena la campana que está encima de la puerta giratoria y un “buenos días” resuena en todo el local.
Un joven de tez blanca, ojos verdes y cabello oscuro se dirige hacia mí y acto seguido pienso que tal vez sea al chico al que estoy esperando. Me levanto de la silla echándola hacia atrás y nos presentamos. El se llama Alejandro y nos conocimos hace tiempo cuando éramos todavía unos niños. Y ahora, después de mucho tiempo nos volvemos a encontrar, bueno más bien, él me encontró a mí. Apenas me acordaba de él, pero conectamos enseguida.

Las manecillas del reloj siguieron pasando ajenas a lo que sucedía en aquella estancia. Aunque si fue testigo del primer beso que di con sentimiento. 




                                                               La felicidad se rige por las pequeñas alegrías del día a día

domingo, 9 de diciembre de 2012

Y allí bajo el cielo me sentí viva.
Allí, en el lugar más alto en el que había esta nunca, comprendí a todos lo que dan su vida por amor, a todos lo que son incapaces de dejar de escalar anque se les vaya algún dedo en el intento, a las personas que luchan por conseguir su sueño, el sudor de las personas después de un arduo día de trabajo, comprendí acciones que hacía la gente que pensé que nunca entendería.
Allí comprendí que las distancias existen para que el hombre aprenda lo que es echar de menos a una persona.